Riendo mejoras tu calidad de vida.
He sido testigo en primera persona de la campaña contra la risa y el buen humor; porque recibí más coscorrones y castigos por reírme que por cualquier otra “falta” que haya podido cometer en la infancia y adolescencia. Ello unido a que, por una malformación congénita en mis maxilares, no podía cerrar la boca, y al cesar la carcajada, mis mayores quedaban con la sensación de que yo continuaba riendo, de manera que discrecionalmente me hice acreedora de algunas sanciones…